“Los Úsuga no son simples delincuentes”: Álvaro Villarraga Sarmiento

Cinco personas muertas, bloqueos en 36 municipios de ocho departamentos y un mar de dudas y temores dejó el paro armado decretado esta semana por el denominado clan Úsuga, que logró demostrar, en tan sólo dos días, el alcance de sus redes y la consolidación de un poder que se viene gestando desde hace varios años. Álvaro Villarraga Sarmiento, director de la Fundación Cultura Democrática e investigador del Centro Nacional de Memoria Histórica, hace una radiografía del grupo criminal y explica por qué los Úsuga no pueden entrar en la categoría de bandas criminales.

¿Cuánta influencia tiene el clan Úsuga actualmente en el país?

El grupo que a sí mismo se ha denominado Autodefensas Gaitanistas de Colombia, que popularmente tiene desde hace varios años el reconocimiento en muchas regiones como Urabeños y que ahora se hace llamar clan Úsuga, tiene un potencial muy alto en la actualidad. Tras años de disputas con herederos de antiguos dominios paramilitares, en especial con los Rastrojos, logró una hegemonía clara. Es un grupo de poder, una mixtura entre lo ilegal y lo legal, no puede subestimarse y no puede entenderse como un simple fenómeno delincuencial. Es una delincuencia de un potencial tal que guarda nexos y herencias de alianzas en lo político, de ciertos niveles de incidencia en redes sociales, económicas y con posibilidades de ejercer niveles de control, incluso político, con aliados en ámbitos locales y regionales.

 

 

¿Por qué se presentan como Autodefensas Gaitanistas?

Los Úsuga tienen una línea directa como proveniencia del paramilitarismo, y eso es muy conocido. Se trata de grupos que permanecieron y que, en el caso de ellos, se reactivaron teniendo como eje el Atrato, Urabá y el sur de Córdoba. Luego se expandieron hacia la región Caribe y el andén del Pacífico e incursionaron en el Catatumbo, llegando incluso a partes del Magdalena Medio y el Llano. Eso demuestra que no se trata de un fenómeno reducido al bandidaje delincuencial, sino que desafía el poder institucional, lo coopta, lo penetra y lo pone a su servicio.

¿Hay un cálculo aproximado de cuántos hombres hacen parte de la organización?

Cualquier cifra que se diga es una aproximación, por el mismo carácter ilegal y el tipo de actuación del grupo. En el informe que publicamos en el Centro de Memoria Histórica a finales de 2015, viendo varios estimativos de fuentes oficiales y de organizaciones que hacen seguimiento a este tipo de agrupaciones, veíamos que aproximadamente puede tener unos 6.000 efectivos. Con una particularidad: su actuación no es como la de las guerrillas, con grupos permanentes, uniformados o dedicados, por ejemplo, a acciones subversivas de la guerra. Sin descartar con ello el hecho de que mantengan en algunas subregiones agrupaciones armadas con cierto potencial militar. Aquí se trata más bien de redes complejas, encubiertas, de asociaciones y contrataciones de servicios integradas por sicarios y bandas locales y regionales que dominan determinados enclaves, como el caso de cultivos ilícitos, el procesamiento y transporte de cocaína, así como otras economías legales. Penetran mucho, por ejemplo, el mototaxismo.

Usted habla de relaciones con economías legales y de nexos con la institucionalidad. ¿Existe también connivencia de la Fuerza Pública?

Hubo un cambio significativo del anterior paramilitarismo a lo que hay ahora. Ya no estamos hablando de los niveles nacionales de permisividad, colaboración o no actuación de la Fuerza Pública que se presentaban en los años 90 y hasta las desmovilizaciones de las Auc. Este tipo de grupos mantienen niveles de alianzas, corrupción o intimidación con autoridades, sobre todo en el ámbito regional y local. 

Fuente: http://www.elespectador.com/noticias/politica/los-usuga-no-son-simples-d...

fuente_original: 
El Espectador, 3 de abril de 2016.